Testigos de la luz

Compás de espera

No desesperéis, viandantes, soñadores, ingenieros de caminos nuevos.
¡Es verdad!
La noche se adentra y solo se rezan responsos de muerte a la vida, al amor, a la equidad, en un mundo ciego y sordo a todo lo que no sea «la misma dirección», «el mismo rumbo».
Pero, ¡Es Adviento!
Y Dios viene como fuego para incitar toda inquietud, unir su voluntad a la vuestra, y como viento huracanado ir derribando a cada paso una frontera, una valla, un inamovible obstáculo.
No os aflijáis más los que tenéis vedada la esperanza en el calendario de un día tras otro sin mañana, los náufragos de la desdicha, los de la mirada extraviada al perder todo lo que creíais vuestro.
Sabed que vuestra postración provoca náuseas, sin parar, en Dios.
Y tiene prisa el que quiere venir a vuestra carne, y en el poder revelador de un sueño, por boca de su ángel, musitaros: ¡Alégrate!
¡Levántate! ¡Sígueme!

 

Liturgia del domingo

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Preparad el camino del Señor

Los evangelistas presentan a Jesús como el que viene a «bautizar con Espíritu Santo», es decir, como alguien que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Y quizá la primera tarea de la Iglesia actual sea precisamente la de ofrecer ese «bautismo de Espíritu Santo» a los hombres y mujeres de nuestros días.

Necesitamos ese Espíritu que nos enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de más íntimo en el ser humano, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos enseñe a acoger a ese Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el centro de nuestra existencia.

No basta que el evangelio sea predicado. Nuestros oídos están demasiado acostumbrados y no escuchan ya el mensaje de las palabras. Solo nos puede convencer la experiencia real, viva, concreta, de una alegría interior nueva y diferente.

 

Liturgia del domingo

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Fiesta de la Inmaculada Concepción

Mujer

La mujer valiente aceptó el riesgo, confió sin pruebas cantó el Magníficat.
La mujer fuerte se echó al camino alumbró en tinieblas, protegió la Vida.
La mujer sabia llevó a Dios en su vientre guardó la palabra, acogió el misterio.
La mujer buena eligió el bien, amó, aun rompiéndose por ello esperó más allá de la muerte.
Tu audacia aquieta hoy nuestras tormentas.
Tu fuerza nos alienta en la fatiga.
Tu sabiduría nos enseña hacia dónde mirar y tu bondad envuelve nuestra inquietud.
Madre tan humana, tan nuestra, tan plena…
…ruega por nosotros.
(José María R. Olaizola, sj)

 

Liturgia del domingo

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