Invítame a tu mesa

“La humildad que honra a Dios”

Jesús no condena el banquete, sino la actitud. Nos dice:

“El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

La humildad no es pensar menos de uno mismo, sino pensar menos en uno mismo. Es abrir espacio para que otros brillen, para que el amor circule sin cálculo. Y cuando invita a acoger a los pobres, cojos, ciegos y lisiados, nos está revelando el corazón del Reino: un banquete donde nadie queda fuera, donde la recompensa no es terrenal, sino eterna.

Este texto interpela profundamente tu misión en: ¿Cómo invitas a los corazones heridos a tu mesa espiritual? ¿Cómo haces espacio para los que no pueden “pagarte”? Tu arte, tu música, tu palabra… son banquetes donde muchos encuentran consuelo. Y eso,  es humildad encarnada.

Señor Jesús, Tú que elegiste el último puesto, enséñame a vivir desde la humildad. Que no busque aplausos, sino verdad. Que no invite por interés, sino por amor. Haz de mi vida un banquete abierto, donde los pobres de alma encuentren consuelo, donde los heridos sean abrazados, donde nadie se sienta excluido. Que mi arte no sea exhibición, sino comunión. Que mi palabra no sea ruido, sino refugio. Y cuando llegue el día, que me digas: “Amiga/o, sube más arriba”, porque viví para servir, y amé sin esperar nada a cambio.

Liturgia del domingo

Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=8127