SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

El Rey que salva desde la cruz

En este evangelio, Jesús no aparece rodeado de gloria terrenal, sino clavado en la cruz, objeto de burla y desprecio. Los magistrados, soldados y uno de los malhechores lo retan: “Sálvate a ti mismo”. Pero Jesús no responde con poder, sino con misericordia.

El otro malhechor, en cambio, reconoce su culpa y la inocencia de Jesús. Su súplica —“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”— revela una fe profunda: ve en el crucificado al verdadero Rey. Y Jesús, en su realeza divina, le responde con una promesa que desborda esperanza: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Este diálogo nos revela que el Reino de Cristo no se impone, se ofrece. No se edifica con fuerza, sino con amor que perdona. Jesús reina desde la cruz porque allí se entrega por nosotros. Su corona es de espinas, su trono es el madero, y su cetro es el perdón.

 

Liturgia del domingo

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Perseverar en la esperanza

Jesús contempla el templo, admirado por su belleza, y anuncia su destrucción. Sus palabras desconciertan: guerras, terremotos, persecuciones… ¿Dónde está el Reino? ¿Dónde está la paz?

Pero Jesús no habla para infundir miedo, sino para despertar confianza. Nos advierte que vendrán pruebas, pero también nos asegura que no estamos solos. “Yo os daré palabras y sabiduría”, dice, y promete que “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”.

Este pasaje nos recuerda que la fe no es evasión, sino fortaleza. Que el Reino de Dios no se construye en la comodidad, sino en la fidelidad. Y que la perseverancia —esa paciencia activa y confiada— es el camino hacia la salvación.

Jesús no nos promete una vida sin conflictos, pero sí una presencia que sostiene, una palabra que guía, una esperanza que no defrauda.

Liturgia del domingo

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Fiesta del Divino Maestro

En esta fiesta del Divino Maestro, elevamos el corazón en gratitud por Aquel que no solo enseña con palabras, sino con la entrega de su vida. Jesús, el Maestro por excelencia, no se limita a transmitir conocimientos: Él forma corazones, transforma miradas, y despierta vocaciones.

Su escuela es la del amor, la humildad y la presencia. En ella, los pobres son bienaventurados, los pequeños son grandes, y cada gesto cotidiano se convierte en liturgia viva. Las Misioneras del Divino Maestro, herederas de esta pedagogía divina, nos recuerdan que educar es un acto sagrado, una siembra de eternidad en el alma de cada niño, joven y familia.

Hoy, en cada colegio, aula y comunidad, celebramos al Maestro que camina con nosotros, que nos llama a enseñar con ternura, a aprender con humildad, y a vivir con pasión por el Reino.

Divino Maestro, enséñanos tu camino”

Divino Maestro, Tú que enseñaste desde la montaña, desde la barca, desde la cruz, haz de nuestro corazón tu escuela viva. Que aprendamos de tu mansedumbre, que enseñemos con tu ternura, que vivamos con tu sabiduría.

Bendice a las Misioneras del Divino Maestro, que con fidelidad y ardor siembran tu Palabra en el alma de tantos niños y jóvenes. Bendice a cada colegio, cada educador, cada familia, para que sean luz en medio del mundo, y testigos de tu amor que salva.

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Dedicación a la Basílica de San Juan de Letrán

Este pasaje nos muestra a Jesús profundamente comprometido con la santidad de la casa de su Padre. Su gesto de expulsar a los mercaderes del templo no es solo una reacción contra el comercio, sino una proclamación profética: el templo no es un mercado, sino un lugar de encuentro con Dios.

Jesús revela que el verdadero templo es su cuerpo, anticipando su muerte y resurrección. Esta revelación nos invita a mirar más allá de los edificios y rituales, y reconocer que Dios habita en nosotros. Como dice san Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios?” (1 Cor 3,16). Esta conciencia transforma nuestra vida cotidiana en liturgia viva.

La purificación del templo también nos interpela personalmente: ¿Qué ocupa el espacio sagrado de nuestro corazón? ¿Qué necesita ser expulsado para que Dios habite plenamente en nosotros?

Liturgia del domingo

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