
En esta fiesta del Divino Maestro, elevamos el corazón en gratitud por Aquel que no solo enseña con palabras, sino con la entrega de su vida. Jesús, el Maestro por excelencia, no se limita a transmitir conocimientos: Él forma corazones, transforma miradas, y despierta vocaciones.
Su escuela es la del amor, la humildad y la presencia. En ella, los pobres son bienaventurados, los pequeños son grandes, y cada gesto cotidiano se convierte en liturgia viva. Las Misioneras del Divino Maestro, herederas de esta pedagogía divina, nos recuerdan que educar es un acto sagrado, una siembra de eternidad en el alma de cada niño, joven y familia.
Hoy, en cada colegio, aula y comunidad, celebramos al Maestro que camina con nosotros, que nos llama a enseñar con ternura, a aprender con humildad, y a vivir con pasión por el Reino.
Divino Maestro, enséñanos tu camino”
Divino Maestro, Tú que enseñaste desde la montaña, desde la barca, desde la cruz, haz de nuestro corazón tu escuela viva. Que aprendamos de tu mansedumbre, que enseñemos con tu ternura, que vivamos con tu sabiduría.
Bendice a las Misioneras del Divino Maestro, que con fidelidad y ardor siembran tu Palabra en el alma de tantos niños y jóvenes. Bendice a cada colegio, cada educador, cada familia, para que sean luz en medio del mundo, y testigos de tu amor que salva.







