Camina y confía

El poder sanador de Jesús no se detiene ni ante nada ni ante nadie. Ni ante los prejuicios ni las convenciones que van contra la dignidad de la persona. Ni siquiera la muerte puede con ese poder. No hay situaciones sin salida para quien confía en Él. 

Tenemos que seguir pidiendo a Jesús que nos cure, acercarnos con temor y temblor a tocar su manto, para recibir su fuerza. Confiando, y aceptando lo que Él nos dé. Con fe. Porque es la fe la que nos sana.

Liturgia del domingo

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 «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»

Hacia un mar imprevisto

Entregarte el timón de nuestro «yo» es dejar que nos lleves a lugares oscuros
donde el ego ha sepultado miradas, construido murallas y asesinado deseos.
Es dejar de ver hacia dentro donde los impulsos encorvan, se agudizan los miedos y nos puebla la nada.
Por eso, toma Señor el timón de nuestra barca y conduce nuestra historia hacia un mar imprevisto, donde es larga la noche y la tormenta espanta.
Pero Tú,  vendrás caminando en la madrugada y nos ordenarás caminar hacia ti.
(Julio Portocarrero)

 

Liturgia del domingo

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El Reino de Dios…

El placer de servir

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre lo corazones y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
unos libros, peinar una niña.

Aquel que critica, este es el que destruye, tú sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así: «El que sirve».

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

(Gabriela Mistral)

 

Liturgia del domingo

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