Se convirtió en faro para muchos que vagaban perdidos en la tormenta y sacudidos por las olas. Se convirtió en refugio, lugar al que regresábamos sabiendo que siempre encontraríamos un abrazo sanador, un plato en la mesa y una palabra oportuna. Se convirtió en mar en el que nos zambullíamos para recobrar la pasión primera. Se convirtió en árbol, con dos grandes ramas que apuntaban al cielo, pero, dobladas por el peso de sus frutos, nos envolvían a todos. Se convirtió en canción, y a veces sonaba muy dentro reavivando memorias y proyectos. Se convirtió en misterio, una pregunta eterna que nos libera para siempre de la prisión de las certezas. (José María R. Olaizola, SJ)
En tu cruz, Señor, solo hay dos palos, el que apunta como una flecha al cielo y el que acuesta tus brazos. No hay cruz sin ellos y no hay vuelo. Sin ellos no hay abrazo. Abrazar y volar, ansias del hombre en celo. Abrazar esta tierra y llevármela dentro. Enséñame a ser tu abrazo. Y tu pecho. A ser regazo tuyo y camino hacia Ti de regreso. Pero no camino mío, sino con muchos dentro. Dime cómo se ama hasta el extremo. Y convierte en ave la cruz que ya llevo. ¡O que me lleva! porque ya estoy en vuelo. (Ignacio Iglesias, SJ)
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No me dejes aquí encerrado en mi mundo estrecho, en mis intereses pequeños. Quiero amar hasta el extremo, gastar mi vida haciendo comunidad y sirviendo a los demás. Señor Jesús, en este Jueves Santo danos agua para lavar otros pies, danos pan para alimentar a los hambrientos, danos Eucaristía para nuestro cansancio, danos sacerdotes para que celebremos juntos, danos religiosas para que caminemos acompañados, danos laicos comprometidos y jóvenes generosos para un mundo necesitado. Señor Jesús, queremos morir contigo, tu Muerte y tu Resurrección nos sostienen. Amén
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