Un Magnificat
Proclama mi alma tu grandeza, Señor.
Mi alegría echa raíz en tu vida, en tu presencia, en tu promesa.
Tú miras mi pequeñez, y a tus ojos, y en tus manos soy la persona más grande del mundo.
Tú traes salvación y prometes amor allá donde reina el egoísmo.
Prometes libertad a quien vive encadenado.
Ofreces encuentro a los abandonados y abundancia a los que nada tienen.
Lo hiciste en otro tiempo y lo sigues haciendo en tantos que hoy viven y actúan en tu nombre.
Yo quiero actuar en tu nombre, hablar con tus palabras, abrazar con tu ternura como María, como tantos otros, ahora y por siempre. Amén.
(José María R. Olaizola, sj)