«El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí»

Creer en un Dios Salvador que, ya desde ahora y sin esperar al más allá, busca liberarnos de lo que nos hace daño no ha de llevarnos a entender la fe cristiana como una religión de uso privado al servicio exclusivo de nuestros problemas y sufrimientos. El Dios de Jesucristo nos pone siempre mirando al que sufre. El evangelio no centra a la persona en su propio sufrimiento, sino en el de los otros. Solo así se vive la fe como experiencia de salvación.

En la fe como en el amor todo suele andar muy mezclado: la entrega confiada y el deseo de posesión, la generosidad y el egoísmo. Por eso no hemos de borrar del evangelio esas palabras de Jesús que, por duras que parezcan, nos ponen ante la verdad de nuestra fe: «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará».

 

Liturgia del domingo

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Confío en ti

Muro de carga

A menudo, ni estás ni se te espera. Otras, como que llegas y te vas.
¿Dónde habitas confianza?
Muro de carga de mi inestable vida. Tan diminuta te arrancaron de mis manos,
que nunca supe pensarte ingente, apoyarme en ti.
Durante muchos años imaginé que crecerías con el tiempo, con la edad.
Que te harías grande cuando yo lo fuera. Un resultado cualquiera de mi esfuerzo, de mi ingenio y de mi entrega.
Ahora que voy de vuelta en la vida, de triunfalismos falsos, sé que nunca se te conquista.
Y hasta tu estatura, últimamente, se muestra inversa a la mía: Tú más fuerte
cuando yo más endeble.
¡Devuélveme a tu casa, confianza! Extírpame uno a uno, los apremios, los agobios, los perfeccionismos.
Gradúa con paciencia mis torpes ojos, hasta que aprendan a ver cómo en las pequeñas cosas y en las personas pequeñas sigues forjando los cimientos de un nuevo mundo por hacer.
(Seve Lázaro, sj)

 

Liturgia del domingo

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Y dejándolo todo le siguió…

¿No estamos de nuevo ante hombres y mujeres «enfermos» que necesitan ser curados, «muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay personas que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse y resucitar. Volver a reír y disfrutar de la vida, enfrentarse a cada día con alegría.

Y solo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevo cosas que exige el amor y que no están muy de moda: sencillez, acogida, amistad, solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad… Entre nosotros sigue faltando amor. Alguien lo tiene que despertar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro camino.

 

Liturgia del domingo

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