Los últimos serán los primeros

En los últimos puestos


Te acusaban de comer con cualquiera.
Corruptos, pecadoras públicas, extranjeras se sentaban a tu mesa y les acogías con ternura.
Cómo molestaba eso a quienes se creían puros.
Cómo te molesta que hoy tantas personas se sientan rechazadas en nuestras comunidades.
Te sientas el último para acoger a quien llega al final, con vergüenza.
Tu identidad divina nunca fue barrera siempre fuerza de salvación.
Rompías los protocolos de pureza y honor para que nadie se quedara fuera.
Ayúdanos a ser como tú que en nuestra mesa no falten los pobres las excluidas, los abandonados, que no olvidemos que nos esperas en los últimos puestos.
(Javi Montes, sj

Liturgia

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Entrar por la puerta estrecha

Ama


No, no te arrepientas de amar contra viento y marea, contra prudencia y cálculo, contra seguridad y egoísmo.
Como Dios mismo, ama. Si abrazas, no encadenes, si reprendes, no destruyas.
No escatimes el tiempo, la ternura o las lágrimas.
No aprisiones los recuerdos, no embrides las historias.
Con libertad y afecto, ama. Con incertidumbre y compromiso.
Con el corazón en carne viva y las manos abiertas.
Con la fecundidad de quien engendra esperanza en silencios, canciones y versos.
Aunque tu amor sea imperfecto, ama. Es mejor intentarlo que endurecer la entraña para no arriesgarlo todo.
(José María Rodríguez Olaizola, sj)

 

Liturgia

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Fiesta de la Asunción de María

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.
Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.
María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

 

Liturgia

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