Caminar sostenidos por la fe en él y en su palabra

No es fácil vivir de esta fe desnuda. El relato evangélico nos dice que Pedro «sintió la fuerza del viento», «le entró miedo» y «empezó a hundirse». Es un proceso muy conocido: fijarnos solo en la fuerza del mal, dejarnos paralizar por el miedo y hundirnos en la desesperanza.

Pedro reacciona y, antes de hundirse del todo, grita: «Señor, sálvame». La fe es muchas veces un grito, una invocación, una llamada a Dios: «Señor, sálvame». Sin saber ni cómo ni por qué, es posible entonces percibir a Cristo como una mano tendida que sostiene nuestra fe y nos salva, al tiempo que nos dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudas?».

Liturgia del domingo

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