Fiesta de la Asunción

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.
María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.
Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

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“Hombres de poca fe, ¿por qué dudáis?”

Oír tu silencio que nunca es acallado para poder mirar con tus ojos y, en tu propio abandono, descubrir abrazos.
Oír tu silencio que está lleno de crucificados, de mujeres maltratadas, de impuestos.
Que de maestro se hace esclavo, con toda la libertad, para lavarnos los pies.
Oír tu silencio para lanzarnos a lo nuevo.
Nuevos símbolos para el mismo misterio de amor.
Oír tu silencio de quien sabe lo que hace, cuando nosotros no sabemos qué hacer la Palabra se hizo Silencio para que la Vida rebrote en Grito arraigados en el mismo parto de una Nueva Alianza.
(Marcos Alemán, SJ)  

Tiempo Ordinario

 

 

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Nada me puede separar de ti

Estás siempre alrededor. Eres el compañero discreto, el amigo incondicional, la presencia segura. Eres el alivio inesperado, la llamada imprevista, el cariño sincero.
Eres la palabra constante, la mirada profunda, el abrazo que sana.
Eres mi todo. Y nada. Nada me puede separar de ti.
Mira que a veces, sin quererlo, me alejo. Pero tú eres más fuerte que mis miedos. Me esperas al llegar a un nuevo puerto. Eres la calma tras la tormenta, la risa bajo las lágrimas, peregrino sorprendente, que apareces, a mi lado, cuando menos te esperaba. A este lado de mis dudas,
de los peligros, de las nostalgias.
Te me has vuelto Palabra hasta en silencio. Y no puedo dejar de pronunciarte.
(José María R. Olaizola, sj)

 

Tiempo Ordinario

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