Dios no fuerza la fe

Etiquetas

Nos conformamos con lo sabido, con hábitos convertidos en ley, con imágenes inacabadas.

Preferimos la atrofia de límites seguros. Nos afanamos en hacer que el mundo encaje en dos esquemas.

Hasta a Dios lo apresamos en conceptos insuficientes. Matamos profetas, y silenciamos sabios.

Desechamos, con gesto incrédulo, la posibilidad de buenas noticias que no sean saldo y rutina.

Zarandéanos. Rompe las etiquetas que nos dejan dormir, pero no vivir. (José María R. Olaizola)

 

Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=6646

«Levántate»

Papa Francisco: 

«Él nos espera, nos espera siempre, no para resolvernos mágicamente los problemas, sino para fortalecernos en nuestros problemas. Jesús no nos quita los pesos de la vida, sino la angustia del corazón; no nos quita la cruz, sino que la lleva con nosotros. Y, con Él, todo peso se vuelve ligero (Cfr 30), porque Él es el descanso que buscamos. Cuando en la vida entra Jesús, llega la paz, aquella que permanece aún en las pruebas, en los sufrimientos. Vayamos a Jesús, démosle nuestro tiempo, encontrémoslo cada día en la oración, en un diálogo confiado y personal; familiaricemos con su Palabra, redescubramos sin miedo su perdón, saciémonos con su Pan de vida: nos sentiremos amados y nos sentiremos consolados por Él.»

Hoy, en esta Eucaristía, cuando extiendas tu mano para recibirle, tocarás al Señor. No sólo el borde de su manto. Sino a él en persona. Ojalá que sientas que te restaura la vida, esa que a veces se te escapa a chorros o que te quitan otros. No importa si estás así desde hace muchos años. Él no va a reñirte, ya lo has visto.  A Jesús le bastan la sinceridad y la confianza… y que seas un poco atrevido. Confía en ti mismo, y en él. Te hará mucho bien.

 

Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=6636

«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»

Ese silencio


La oscuridad que atenazaba al niño que fui la soledad que hiela la piel sedienta de caricias el lugar donde viven los miedos innombrables, el silencio que aplasta.
Donde nunca he dejado entrar a nadie. Los sueños que sé que nunca se cumplirán. Los trozos de mi imagen rota retumbando al caer.
Los amores no correspondidos, ignorados, burlados. El cuerpo que comienza a fallar desvelando una fragilidad traidora.
Donde me siento tan solo que ya no oigo a mi corazón latir ni a mi pecho respirar. Ese silencio. Justo ahí, donde nada parece poder vivir, escucho tu voz.
Que calma la tormenta que sana la herida abierta que me llama a mí, por mi nombre que traspasa todas las barreras. Y ya no es posible el silencio.
(Javi Montes, sj)

 

Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=6633