Domingo de Ramos

Lengua de discípulo

Saber decir al abatido una palabra de aliento.
Saber mirar su dolor, y adivinar los resquicios por donde se abre un mañana.
Saber curar sus heridas con discreción y paciencia.
Saber aquietar desvelos mostrando una paz posible.
Saber sembrar, en su tierra, las semillas de una vida que se yergue, vencedora.
Saber amar, en silencio, las flaquezas y desgastes, las roturas y cansancios.
Saber contar que el Amor ni se rinde, ni abandona nuestro barro.
(José María R. Olaizola, sj)

 

Liturgia

Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=6950

«Yo tampoco te condeno, anda y no peques más»

¿Habéis visto aquí la «penitencia» que Jesús pone ante un pecado evidente? ¿Habéis visto cómo riñe a la mujer? ¿Habéis visto qué condiciones le pone para perdonarla? Si recordáis la parábola del domingo pasado: ¿Le echo aquel padre alguna «bronca» al hijo derrochador, desobediente y cabeza loca? ¿Recordáis que le dijera: «vas a tener que demostrar que estás arrepentido»? Incluso le defiende ante el juicio objetivo e implacable de su hermano. Su perdón es sin condiciones, un «regalo», que es lo que significa «per-dón», un gran regalo inmerecido.

             Y es que Dios cuando se encuentra con el pecado, sólo le inquieta una cosa: ¿Qué hacemos para vencerlo? ¿Cómo superarlo? No importa lo que ha pasado, lo que hemos hecho: «Yo tampoco te condeno«. Él lo que procura es hacer que surja algo nuevo en nosotros. Porque la peor situación es la desesperanza, el sentirse «malo», superado, humillado, vencido. Así no hay progreso espiritual ni revitalización cristiana ni eclesial, ni salvación. Y el hombre/mujer se pierde. 

 

Liturgia

Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=6936