Invítame a tu mesa

“La humildad que honra a Dios”

Jesús no condena el banquete, sino la actitud. Nos dice:

“El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

La humildad no es pensar menos de uno mismo, sino pensar menos en uno mismo. Es abrir espacio para que otros brillen, para que el amor circule sin cálculo. Y cuando invita a acoger a los pobres, cojos, ciegos y lisiados, nos está revelando el corazón del Reino: un banquete donde nadie queda fuera, donde la recompensa no es terrenal, sino eterna.

Este texto interpela profundamente tu misión en: ¿Cómo invitas a los corazones heridos a tu mesa espiritual? ¿Cómo haces espacio para los que no pueden “pagarte”? Tu arte, tu música, tu palabra… son banquetes donde muchos encuentran consuelo. Y eso,  es humildad encarnada.

Señor Jesús, Tú que elegiste el último puesto, enséñame a vivir desde la humildad. Que no busque aplausos, sino verdad. Que no invite por interés, sino por amor. Haz de mi vida un banquete abierto, donde los pobres de alma encuentren consuelo, donde los heridos sean abrazados, donde nadie se sienta excluido. Que mi arte no sea exhibición, sino comunión. Que mi palabra no sea ruido, sino refugio. Y cuando llegue el día, que me digas: “Amiga/o, sube más arriba”, porque viví para servir, y amé sin esperar nada a cambio.

Liturgia del domingo

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Entrad por la puerta estrecha

La puerta estrecha

Jesús, en su camino hacia Jerusalén, no solo enseña, sino que revela verdades profundas sobre el Reino de Dios. Cuando alguien le pregunta si son pocos los que se salvan, Él no responde con cifras, sino con una exhortación: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”.

Esta puerta representa el camino del amor verdadero, la fidelidad, la humildad y la conversión continua. No basta con haber estado cerca de Jesús físicamente o culturalmente—lo que importa es vivir en coherencia con su mensaje. El Reino no es un privilegio automático, sino una gracia que requiere respuesta activa.

La imagen de personas que “comieron y bebieron” con Él, pero son desconocidas por el Señor, nos interpela: ¿estamos viviendo una fe superficial o una relación profunda con Dios? El Reino acoge a todos, incluso a los que vienen “del norte y del sur”, pero también exige sinceridad y transformación.

 

Liturgia del domingo

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Fuego que purifica

Este pasaje del Evangelio de Lucas nos confronta con una imagen de Jesús que rompe con la expectativa de paz superficial. Él declara con intensidad: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!” Esta frase no habla de destrucción, sino de transformación. El fuego que Jesús desea encender es el fuego del Espíritu, de la verdad, de la conversión radical. Es un fuego que purifica, que ilumina, que revela lo oculto y quema lo que impide el Reino de Dios.

💧 El bautismo de sufrimiento

Jesús habla también de un “bautismo” que debe recibir, refiriéndose a su pasión y muerte. Este bautismo no es solo un rito, sino una inmersión profunda en el dolor, en la entrega total por amor. Su angustia revela la humanidad de Cristo, que no evade el sufrimiento, sino que lo abraza como camino de redención. Nos invita a mirar nuestra propia vida: ¿Qué bautismos de entrega estamos llamados a vivir? ¿Qué fuego necesita prenderse en nuestro corazón?

La afirmación “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división” puede parecer desconcertante. Pero Jesús no está promoviendo el conflicto por sí mismo, sino señalando que su mensaje provoca decisiones. El Evangelio exige tomar postura, y esa elección puede generar tensiones incluso en los vínculos más íntimos. La división que menciona no es odio, sino el resultado de la fidelidad a la verdad en un mundo que muchas veces la rechaza.

🌱 Para nuestra vida hoy

  • ¿Qué fuego necesita prenderse en tu vida para que ardas en amor, justicia y verdad?
  • ¿Qué bautismo de entrega estás evitando, y cómo podrías abrazarlo con fe?
  • ¿Estás dispuesto a vivir el Evangelio aunque eso te coloque en tensión con tu entorno?

Este texto nos llama a una fe valiente, ardiente, que no se conforma con la tibieza. Jesús no vino a acomodarnos, sino a encendernos. ¿Estás listo para arder con Él?

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Agradecimiento, fidelidad y confiar…

Señor, hoy elevo mi corazón en gratitud por tu presencia constante, por cada susurro de esperanza en medio del silencio, y por tu fidelidad que nunca se quiebra, aun cuando mis fuerzas flaquean. Gracias por sostenerme con tu mano firme, por caminar conmigo en los valles y en las cumbres, y por encender en mí una fe que no se apaga, una fe que ve más allá de lo visible y se aferra a tus promesas eternas.

En ti confío, en ti descanso, porque tu amor es mi refugio y tu verdad mi guía.  (Crismon)

Liturgia del domingo

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