Recordamos a Madre Soledad de la Cruz

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Cambia Señor nuestra mirada

UNO DE TANTOS

Te doy gracias, Señor, porque soy como los demás, tan lleno de poder y debilidad, tan movido por anhelos y sepultado por miedos, tan dispuesto a lo más divino y a lo más rastrero.
Te doy gracias porque mi corazón late, unos días con fuego, con pobre rescoldo otras veces; porque miro en el espejo de dentro y descubro cicatrices sanadas por ti, y heridas que aún supuran.
Por los errores, que atemperan la tentación de erigirme en juez de veredictos ajenos.
Por los aciertos, escuela de posibilidades.
Por la ternura y el amor, que a veces doy y siempre pido.
Por saberme tan de barro y tan de Ti.
(José María R. Olaizola, sj)
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Ilumina nuestra fe

Orar es perderse en un silencio habitado.
Es escuchar, anhelando la voz amiga.
Es confiar, más allá de la eficacia y el método.
Es pelear contra los propios demonios.
Orar es jugarse la vida a una promesa. Es hacer silencio para que se llene de música. Es confiar en lo prometido más allá de las evidencias.
Es jugarse el tiempo sin comodín ni garantías.
Orar es mirarse a un espejo distinto. Es amar una caricia intangible. Es hacerse niño en los anhelos y volcar lo frágil en un concierto sin música.
Orar es bailar con la niebla. Es darle libertad a Dios, para cantar o callar, para llamar o esperar.
Orar es recordar de otro modo.
(José María Rodríguez Olaizola, sj)

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