En Jesucristo, Dios se nos da

“Nuestros padres nos generaron a la vida terrena; la Iglesia, en el Bautismo, nos regenera a la vida eterna, haciéndonos hijos de Dios para siempre. Por eso, también sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, el Padre dice amorosamente: «Tú eres mi hijo amado» (cf. Mt 3,17). El bautismo no se repite porque imprime un sello sacramental indeleble que el pecado no puede borrar, pero sí impedir que dé frutos de salvación. ¡El sello del Bautismo no se pierde jamás!”

Papa Francisco

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Nos ha nacido un Salvador

Donde acaba la ciudad y empieza el miedo, donde terminan los caminos
y empiezan las preguntas, cerca de los pastores y lejos de los dueños, en el calor de María y en el frío del invierno, viniendo de la eternidad y gestándose en el tiempo, salvación poderosa para todos
en una fragilidad recién nacida, liberador de todos los yugos atado a un edicto del imperio, rebajado hasta un pesebre de animales el que a todos nos sube hasta los cielos, nació el Hijo del Padre, Jesús, el hijo de María.

Sólo abajo está el Señor del mundo que nosotros soñamos en lo alto. Aquí se ve la grandeza de Dios contemplando la humildad de este pequeño.

Aquí está la lógica de Dios, rompiendo el discurso de los sabios. Aquí ya está toda la salvación de Dios que llenará todos los pueblos y los siglos.

 

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¡Preparaos, ya está cerca!

Señor de la cercanía

Acercarte, salvando el abismo entre el infinito y lo limitado. Salir de la eternidad para adentrarte en el tiempo. Hacerte uno de los nuestros para hacernos uno contigo. Y así, de carne y hueso, empezar a mostrarnos en qué consiste la humanidad. Eres el Dios de la cercanía, de los incluidos, de los encontrados, pues para ti nadie se pierde.

De los reconciliados, de los equivocados, de los avergonzados, de los heridos, de los sanados. Eres el Señor de los desahuciados, de los agobiados, de los visitados, de los intimidados, de los amenazados, de los desconsolados, de los recordados, pues para ti nadie se olvida.

Tan cerca ya, tan con nosotros, Dios.
(José María R Olaizola sj)

 

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