«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»

Confianza en el Señor

El que pone su seguridad en el cumplimiento de las leyes, se ha entregado a un amo frío e impersonal que sanciona nuestra complejidad como un golpe de cuchillo.
El que pone su valía en la opinión ajena, se ha entregado a muchos amos externos a sí mismo, que lo ensalzan o lo condenan a su antojo.
El que pone su autoestima en alcanzar las metas trazadas por sí mismo, se confía a fuerzas oscuras que nos mueven desde las propias sombras.
El que pone su confianza en el Señor, se ha entregado al misterio personal, que nos acoge en nuestra complejidad tan ambigua, nos aprecia con un amor inmune a la decepción, nos libera de nuestro yo oscuro al ofrecernos crear su designio, y nos integra, rotos por los límites, en la comunión de su abrazo infinito.

(Benjamín González Buelta, sj)

 

Domingo XXI -B

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«¿También vosotros queréis marcharos?»


Por primera vez experimenta Jesús que sus palabras no tienen la fuerza deseada. Sin embargo, no las retira sino que se reafirma más: «Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida, pero algunos de vosotros no creen». Sus palabras parecen duras, pero transmiten vida, hacen vivir, pues contienen Espíritu de Dios.

Jesús no pierde la paz. No le inquieta el fracaso. Dirigiéndose a los Doce les hace la pregunta decisiva: «¿También vosotros queréis marcharos?». No los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no han de ser siervos sino amigos. Si quieren puede volver a sus casas.

Una vez más Pedro responde en nombre de todos. Su respuesta es ejemplar. Sincera, humilde, sensata, propia de un discípulo que conoce a Jesús lo suficiente como para no abandonarlo. Su actitud puede todavía hoy ayudar a quienes con fe vacilante se plantean prescindir de toda fe.

«Señor, ¿a quién iríamos?». No tiene sentido abandonar a Jesús de cualquier manera, sin haber encontrado un maestro mejor y más convincente: Si no siguen a Jesús se quedarán sin saber a quién seguir. No se han de precipitar. No es bueno quedarse sin luz ni guía en la vida.

Domingo XXI -B

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«Proclama mi alma la grandeza del Señor»

LO IMPOSIBLE

 

Nada es imposible para ti, y sin embargo, qué vulnerable.
Qué extraño Tu modo de ser supremo.
Qué salto impensable de la eternidad al tiempo.
Qué libre dueño el que se arriesga a un no.
Qué amor inabarcable se hace tan frágil.
Qué dominio, sin llaves ni cadenas.
Qué sorprendente, Dios, buscando madre.
Qué fuerte debilidad la que estalla en un Hágase
para transformar la historia. 


(José María Rodríguez Olaizola, sj)

 

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