Aprended de MI

Dios mío,mi corazón es un ancho mar siempre revuelto por las tempestades:
haz que en ti encuentre la paz y el descanso.
Tú que mandaste al viento y al mar que se calmaran, y al oír tu voz se apaciguaron, ven ahora a caminar
sobre las olas de mi corazón para que recobre la paz y la tranquilidad y pueda poseerte como mi único bien,
y contemplarte como la luz de mis ojos, sin confusión ni oscuridad.
Que mi alma, Dios mío, quede libre de los confusos pensamientos de este mundo, se refugie a la sombra de tus alas y encuentre allí
el lugar del consuelo y de la paz.

(San Agustín de Hipona, Meditaciones, 37)

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