«Hosanna el que viene en nombre del Señor»

Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.

Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia y pasividad ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.


Liturgia del domingo

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En el nombre del Padre

Porque Tú lo has querido estoy aquí, Señor. En Tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido en la espiral de amor, que eres con todos.
Nadie puede arrimarse a Ti sin que entero lo abraces, lo hagas Tuyo.
Sin robarle nada, dándole todo.
Del suelo a la cabeza soy regalo tuyo, espíritu que vuela y cuerpo que lo apresa.
No puedes ya salirte de este mundo.
Me inundaste y, empapado de Ti, te voy sembrando, y al tiempo, me siembro, como grano de trigo, en mis hermanos.
No quiero quedar solo. Tu rostro buscaré, Señor. Hasta decirte ¡Padre!
Pero sólo te encuentro, cuando, a todo lo que mana de Ti le digo: ¡hermano!
(Ignacio Iglesias, sj)

Liturgia del domingo

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Tanto amó Dios al mundo

Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado. La afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna». ¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz?

Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles.

 

Liturgia del domingo

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La indignación de Jesús

¿De carne o de piedra?

Arranca la mano de piedra, que aprieta con saña y apunta con odio, cocina maldades y pone cadenas.
Verás cómo crece la mano de carne que acuna y aquieta, que quita cerrojos, que escribe poemas.
Arranca la pierna de piedra que al pisar aplasta, que avanza sin norte, y, cerril, patea.
Verás cómo crece la pierna de carne, que baila ligera, que te lleva, lejos, donde Dios te llama, donde el hombre espera. (José María R. Olaizola, sj)

 

Liturgia del domingo

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