Llamados a vivir en libertad

Cargar con nuestra cruz significa aceptar nuestras heridas y limitaciones, nuestros errores del pasado. No negarlas sino asumir que son parte de nuestra historia, de nuestro ser. Y caminar con la mirada puesta al frente, confiando en que Dios curará todas esas heridas, confiando en que el don de la libertad, del encuentro gozoso con el hermano y con Dios, compensará con creces todo lo que hayamos dejado atrás. 

Ser cristiano y seguir a Jesús tiene mucho que ver con aprender a ser libre y, en libertad, descubrir que somos hijos de Dios y hermanos de todos. Jesús nos muestra el camino y nos enseña que sólo dejándolo todo podremos encontrarnos con la vida y la felicidad.

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CAPÍTULO GENERAL XII

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Abrirnos al Misterio

Tus rumores

Me bastan los reflejos del sol temblando en la bóveda del puente, el frescor del pozo subiendo desde el agua inaccesible, la música del viento nocturno
entre las hojas intocables de los pinos, el perfume fugitivo que se deshila en el jardín, una gota de dignidad deslizando su dulzura en mi garganta. ¡Me bastan!
No puedo contemplar el sol de frente, ni vivir sumergido en el fondo de las aguas, ni pulsar con mis manos la sonora compañía de la noche, ni perfumar de fiesta todas las rutas ajadas de la vida, ni adelantar un solo segundo el brindis de todo el universo.
¡Me bastan los rumores que te acercan y te esconden! ¡Me bastan tus rumores!
(Benjamín G. Buelta, sj)

 

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Transforma nuestra historia con el fuego de tu Espíritu

Pentecostés

Primero era la noche cerrada, y el frío, y el temor a lo que ocultaban las sombras. Luego una chispa prendió una llama, y a su débil resplandor se empezaron a ver siluetas que a nadie amenazaban.
La llama se hizo hoguera, y a su alrededor se sentaron los habitantes del bosque para calentarse y compartir relatos y canciones. Comprendieron lo solos que habían estado hasta ese momento. Recordaron a otros que, como ellos, vagaban, entre temores y ausencias, por la tierra sin luz. Convirtieron algunas ramas en antorchas y se marcharon a buscar a quien erraba sin rumbo.
Ahora el bosque es un lugar menos sombrío, salpicado por la luz de cien hogueras, el calor de mil historias y el eco de todos los cantos. Algún día no quedarán resquicios poblados por el miedo ni la bruma, y todo estará bien.
(José María R. Olaizola, sj)

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