Creer de corazón y de palabra. Creer con la cabeza y con las manos. Negar que el dolor tenga la última palabra. Arriesgarme a pensar que no estamos definitivamente solos. Saltar al vacío en vida, de por vida, y afrontar cada jornada como si tú estuvieras. Avanzar a través de la duda. Atesorar, sin mérito ni garantía, alguna certidumbre frágil. Sonreír en la hora sombría con la risa más lúcida que imaginarme pueda. Porque el Amor habla a su modo, bendiciendo a los malditos, acariciando intocables y desclavando de las cruces a los bienaventurados. (José María Rodríguez Olaizola, SJ)
Respiramos la cultura que nos envuelve a todos, el oxígeno que nos da vida y los virus que nos socavan. Bebemos las relaciones que llegan a nuestro rostro, el agua que nos hidrata y las bacterias que nos minan. No podemos andar por la calle con una máscara en la cara que nos aparte del pueblo para filtrar los cantos y los besos. No podemos huir al vacío de la soledad y la asepsia donde no hay vida ni muerte luchando por el futuro. Al acoger en nosotros la vida contaminada, te acogemos a ti, que estás dentro de la vida, y la purificas con tu aliento en el horno ardiente de nuestra intimidad. (Benjamín González Buelta, sj)
Das la vida en el esfuerzo diario, por alcanzarnos refugio, seguridad, alimento. A menudo, cegados por los rayos de la tormenta, y ensordecidos por el fragor de los truenos, nos desorientamos, hasta acabar en parajes inhóspitos, donde lobos hambrientos pelearán por los despojos de cada historia que pudo ser tanto y se queda en nada. Pero tú no desistes, sales a buscarme, te adentras por la tierra agreste, plantas cara a las fieras y repites, con voz familiar y cercana, mi nombre, para llevarme, al fin, a la vida prometida donde el presente es encuentro, y el futuro eternidad. (José María R. Olaizola, sj)
Piedra angular, tierra fértil, nuestro cimiento. Ese eres tú. Roca fuerte que nos protege; en Ti se levantan, seguras, nuestras ilusiones, proyectos, anhelos, en Ti se gesta nuestro amor. Suelo firme en el que caminamos, entrelazando los brazos y compartiendo la marcha con otros caminantes, amigos, hermanos; con otros peregrinos, heridos, cansados; con otros testigos, que hablan de Ti. Piedra viva con la que se construyen casas abiertas, templos humanos de amor y misericordia, bienaventuranzas y milagros cotidianos. Piedra angular, tierra fértil, nuestro cimiento, Jesús. (José María R. Olaizola, sj)