Respiramos la cultura que nos envuelve a todos, el oxígeno que nos da vida y los virus que nos socavan. Bebemos las relaciones que llegan a nuestro rostro, el agua que nos hidrata y las bacterias que nos minan. No podemos andar por la calle con una máscara en la cara que nos aparte del pueblo para filtrar los cantos y los besos. No podemos huir al vacío de la soledad y la asepsia donde no hay vida ni muerte luchando por el futuro. Al acoger en nosotros la vida contaminada, te acogemos a ti, que estás dentro de la vida, y la purificas con tu aliento en el horno ardiente de nuestra intimidad. (Benjamín González Buelta, sj)