La parábola del rico y Lázaro— es una de las más conmovedoras y provocadoras que Jesús comparte. Nos confronta con la indiferencia, la justicia divina y la urgencia de escuchar la Palabra antes de que sea demasiado tarde.
Jesús nos presenta dos mundos que conviven sin tocarse: el del rico, rodeado de lujo, y el de Lázaro, cubierto de llagas, olvidado en la puerta. No hay condena por tener bienes, sino por ignorar al que sufre. El pecado del rico no fue su riqueza, sino su ceguera espiritual, su incapacidad de ver a Lázaro como hermano.
La parábola nos recuerda que el tiempo de actuar es ahora. No basta con arrepentirse después; la vida es el espacio donde se decide el destino eterno. El “abismo” que separa a ambos en la otra vida es el reflejo del abismo que el rico construyó en la tierra: el abismo de la indiferencia, del egoísmo, de la falta de compasión.
Lázaro, cuyo nombre significa “Dios ayuda”, representa a todos los que esperan consuelo, dignidad y justicia. ¿Quiénes son los Lázaros que esperan a nuestra puerta hoy? ¿Qué puertas debemos abrir?
Liturgia del domingo