Me tocas, me sanas, me salvas.

Tú me sanas y me salvas
Me sanas levantándome tras mi última caída y me salvas cuando al alzarme descanso en tu abrazo.
Me sanas volviéndome a mostrar que merezco tu amor y me salvas cuando me ayudas a reconocer tanta gracia.
Me sanas limpiando mi piel de lepras que me avergüenzan y me salvas cuando de tu mano vuelvo a la comunidad.
Me sanas porque lo tuyo es sanar y me salvas porque solo en ti puedo ser lo que sueñas.
No dejes de sanarme, no dejes de salvarme.
(Javi Montes, SJ)

 

Liturgia del domingo

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