El primero entre vosotros que sea el último

Dios al revés


Siempre me dijeron que estabas arriba, que eras poderoso, omnisciente y juez, que legiones de ángeles te servían,
y que tenías corona, manto, anillo de rey.
En tu nombre y con la biblia, desde siglos, se proclaman reyes, papas, presidentes.
Se les sienta en tronos, se les reverencia como embajadores y portavoces tuyos.
¿Cómo imaginarte, entonces, sin atributos? ¿Cómo pensar el mundo sin jerarquías?
Si tú eres un Dios sin poder, arrodillado, todo tambalea: la fe, la política, la economía.
Pero así quisiste ser, un Dios al revés.
Sin rango sagrado, sin incienso, sin letanías, dejándote en mis manos como pan de cada día, tus pies detrás de los míos, hasta desfallecer.
Ya no quiero quererte, sin querer de esa manera, siempre en dirección contraria al cálculo y al rédito, sirviendo sin requisitos, hasta el corazón abrirse a una muerte con sentido, a una vida sin barreras.
(Seve Lázaro, sj)

 

Liturgia del domingo

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