El banquete de los imperfectos

Qué fácil es colocarse en el tropel de los puros.
Reducir la fe al cumplimiento, que garantiza un asiento en el banquete de los perfectos.
Qué triste, arrojar, desde ese puesto, migajas de esperanza a quien, con pies de barro, se siente indigno.
Algún día comprenderemos que tu mesa se dispone con criterios diferentes.
Que tu pan no restablece a los saciados de ego, de virtudes corrosivas, de exigencias imposibles para tristezas ajenas.
Que tu Reino no se compra por un puñado de leyes.
Que tu amor no es la conquista de guerreros invencibles.
Tu pan, tu Reino, tu amor, es alimento ofrecido a quien vive con hambre.
Y ese don, gratuito y desbordante, nos renueva y nos cambia.
(José María R. Olaizola, sj)

 

Liturgia del domingo

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