Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados

Venid a mí

Venid a mí, bramó la tormenta, invitándonos a adentrarnos en su intemperie llena de posibilidades.
Venid a mí, dijo la luz, alejando de nosotros el temor a la sombra.
Venid a mí, propuso la esperanza, convertida en caricia para quienes andaban cansados y afligidos.
Venid a mí, exclamó la pasión, prometiendo un nuevo fuego al rescoldo de corazones que en otro tiempo ardieron.
Venid a mí, exigió la justicia, herida  en las víctimas por tanta mentira dicha en su nombre.
Venid a mi, susurró el silencio, mostrando, con los brazos abiertos, una forma distinta de cantar.
Venid a mí, gritó la soledad, cansada de deserciones y abandono.
Venid a mí, pidió el dolor, ofreciendo su rostro herido para que la compasión lo acunase.
Venid a mí, llamó el dios de los encuentros.
Y fuimos. A veces vacilantes, con toda nuestra inseguridad a cuestas.
Pero fuimos.

(José María R. Olaizola Sj)

 

Liturgia del domingo

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