¡Ha Resucitado!

Las mujeres de la Resurrección

Todavía la mañana no había dicho una palabra, y un silencio claro arropaba toda vida.
Ningún deslumbre entornaba los ojos, ninguna estridencia irritaba la escucha, ninguna brisa enturbiaba los perfiles.
Se asomaba el día con rubor virginal cuando las mujeres de Galilea llegaron al sepulcro.
Buscaban ungir el cuerpo con el más tierno perfume de su esperanza macerada.
¿Era solo la certeza del amigo muerto lo que las llevaba hasta la tumba?
Habían perdido el tesoro y eran tan débiles y pobres que ya solo podían avanzar desde más allá de sí mismas.
¡El amor hunde sus raíces en el misterio siempre vivo!
La piedra uncida a la muerte por los sellos imperiales había sido robada.
En lo oscuro de la tumba se encendió una pregunta, se iluminó una certeza, se insinuó una presencia.
La noticia empezó a buscar sus palabras mientras corrían las mujeres sin lastre de tristeza en la piel de sus sandalias.
Jesús ya no está en el sepulcro de piedra.
Hay que buscarlo en la noche rota, en la sorpresa del alba, en el pueblo atravesado, en las manos horadadas, en la paz y la alegría, en los nombres que amamos, en los ojos que nos aman.
¡Hay que esperarlo con toda la búsqueda del alma!
(Benjamín González Buelta, sj)

 

Liturgia

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