¡Ven Espíritu Santo!

Luz


No nos llamas a iluminar las sombras con frágiles velas protegidas de los vientos con la palma de la mano, ni a ser puros espejos que reflejan luces ajenas, cotizadas estrellas dependientes de otros soles, que como amos de la noche hacen brillar las superficies con reflejos pasajeros a su antojo.
Tú nos ofreces ser luz desde dentro, (Mt 5, 14) cuerpos encendidos con tu fuego inextinguible en la médula del hueso, (Jr 20, 9) zarzas ardientes en las soledades del desierto que buscan el futuro, (Ex 3,2) rescoldo de hogar que congrega a los amigos compartiendo pan y peces, (Jn 21, 9) relámpago profético que raje la noche tan dueña de la muerte.
Tú nos ofreces ser luz del pueblo, (Is 42, 6) hogueras de Pentecostés en la persistente combustión de nuestros días encendidos por tu Espíritu, ser lumbre en ti, que eres la luz, fundido inseparablemente nuestro fuego con tu fuego. 
(Benjamin G. Buelta, sj)

 

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