Hoy todo fluye, todo cambia, todo trae fecha de caducidad. Maldito presente absoluto que se nos ha instalado dentro, como un intruso, ocupando las estancias de la memoria y la esperanza con su ahora cargado de exigencias. Y así, huérfanos de historias y vacíos de futuro, somos presa de los estados de ánimo, tan cambiantes. Nos devoran las crisis en tiempo menguante. Nada perdura. Ni el amor. Ni las promesas que hicimos y que recibimos. Ni la confianza en el para siempre. No sabemos conjugar el verbo permanecer, y exigimos que todo, hasta Dios, cambie a nuestra medida. Así no hay viña que crezca y dé fruto. Devuélvenos, Señor, la conciencia de tu tiempo y tu presencia. Enséñanos a ser sarmientos de la vid, que eres Tú. Devuélvenos la fe, Tú que calmas las tormentas. (José María R. Olaizola, sj)
Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=6580