2º Domingo de Pascua

Tomás

Posa tu mano en la herida del pecho atravesado, toca la muerte del corazón, las angustias abismales, los amores sin destino, los golpes del alma que nunca cicatrizan.


Mete tus dedos en las manos taladradas por el ácido corrosivo de los trabajos duros, por los cepos injustos, por las siegas sin salario.


Acaricia con la yema de tus dedos los pies perforados de los emigrantes sin más tierra que la pegada en sus heridas en cada paso errante.


No tengas miedo de palpar la huella de lanzas y de clavos. ¡Tus dedos sentirán en el fondo de cada herida un latido del resucitado!
(Benjamín González Buelta, sj)

Santo Tomás

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