Solemnidad del Corpus Christi

Hacer memoria de Jesús

Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.
Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
La memoria de la Cena.
Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Este es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo».
En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por Cristo, nuestro Señor.

 

Liturgia del domingo

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Santísima Trinidad

No un Dios solo

«Sólo Dios basta», pero un Dios al que no basta  andar él solo
por todo el universo.
Dios se nos acerca en cada ser del cosmos, que es para nosotros hogar, alimento, tarea y horizonte.
¡Comunión cósmica que nos une a Dios en la vida que nos llena a través de los sentidos, don y presencia suya en nosotros sin medida!
Dios libre y único en el último rincón de callada intimidad,
donde cada persona se hace consistente.
“Sólo Dios basta», pero un Dios al que no basta andar él solo
por todo el universo.
(fragmentos de un poema de Benjamín González Buelta, SJ)

 

Liturgia del domingo

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Fiesta de Pentecostés

Es difícil explicar lo sucedido. Estábamos juntos, rezando. Hacía días se había ido. Esperábamos. Sin saber muy bien qué. En cada uno de nosotros se mezclaban los sentimientos. La alegría por saber que la muerte no había vencido, y la tristeza porque ya no le teníamos con nosotros. Las ganas de proclamarlo, y el temor a las autoridades, que podían castigarnos. La fe en él y su buena noticia, y la conciencia de nuestra propia fragilidad… Entonces, ocurrió. Como un fuego, como una presencia, como una fuerza que rompiese nuestras barreras y resistencias. Entonces creímos, tal vez como nunca antes habíamos creído. Supimos que era cierto, que estaba con nosotros, para siempre. Y la alegría asomaba a los ojos, a los corazones, a los labios. Salimos a la calle, y empezamos a contarlo. Con tal convicción y certidumbre, que cualquiera nos entendía. El júbilo era contagioso. La valentía, nueva. La justicia, plena. La misericordia, eterna. Ahora sí, estábamos preparados para ir a todo el mundo y proclamar el evangelio. (adaptación de Hch 2, 1-11)

Liturgia del domingo

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Fiesta de la Ascensión del Señor

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Curiosa forma de quedarte, Señor,
sin imponer tu presencia, sin apagar la sed, sin convertir la fe en evidencia.
Y curiosa forma de irte sin atarnos a la ausencia, sin dejarnos solos, sin forjar tristezas.
Y así, de ese modo, ausencia y presencia siembran en nosotros hambre de respuestas.
Y eres espíritu, aliento, fuerza.
Eres la palabra que a veces aquieta y a veces golpea.
Eres el silencio poblado de historias,
eres la justicia que llama a la puerta, eres un profeta pidiendo justicia, eres el soldado sin arma ni guerra.
 Por eso te fuiste, y así te nos quedas. (José María R. Olaizola, SJ)

Liturgia del domingo

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