
“ Convertíos y creed en la Buena Noticia”, nos invita a descubrir la conversión como paso a una vida más plena y gratificante"
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La misma Biblia, pero también la tradición cuaresmal de la Iglesia, siempre nos invitó a la conversión, fundamentándola por parte de Dios en su gracia que nunca nos faltará, y por la nuestra, en la oración, el ayuno y la limosna. Por la primera, decíamos nos abríamos a Dios, por el segundo a nuestra liberación personal, y por la tercera, a los demás. Y por todo ello, un tiempo como el de Cuaresma, lejos de producirnos una cierta alergia, puede y debe inyectarnos la más pura de las alegrías: la de un auténtico rejuvenecimiento espiritual.
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Jesús aporta un nuevo horizonte a la vida, una dimensión más profunda, una verdad más esencial.
Su vida es una llamada a vivir la existencia desde la raíz última,que es un Dios que sólo quiere para sus hijos e hijas una vida más digna y dichosa.
El contacto con él invita a desprenderse de posturas rutinarias y postizas; libera de engaños, miedos y egoísmos que paralizan nuestras vidas; introduce en nosotros algo tan decisivo como la alegría de vivir, la compasión por los últimos o el trabajo incansable por un mundo más justo.
Jesús enseña a vivir con sencillez y dignidad, con sentido y esperanza.
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Pon tus manos sobre mí, Jesús, tus manos humanas, curtidas y traspasadas: comunícame tu fuerza y energía, tu anhelo y tu ternura, tu capacidad de servicio y de entrega.
Pon tus manos sobre mí, Jesús, y abre en mí ser y vida surcos claros y ventanas ciertas para el Espíritu que vivifica: líbrame del miedo y de la tristeza, de la mediocridad y de la pereza.
Pon tus manos sobre las mías, Jesús, que están sucias y perdidas; dales ese toque de gracia que necesitan: traspásalas, aunque se resistan, hasta que sepan dar y gastarse y hacerse reflejo claro de las tuyas.
Déjame poner mis manos en las tuyas y sentir que somos hermanos, con heridas y llagas vivas y con manos libres, fuertes y tiernas, que abrazan
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