Esto nuestro quiere ser más que una fiesta o una emoción; más que la ilusión de compartir instantes mágicos, memorias únicas, complicidades y afabilidad; más que los días de sol, más que canciones, que poemas, o proyectos de dos.
Esto nuestro quiere ser también rutina, y silencio; cansancio al final de la jornada, hogar y batalla; quiere ser amor a tiempo entero, distante o íntimo, locuaz o callado; quiere ser un nosotros abierto a un ellos, que son tantos, unidos por lazos de sangre, de compasión, de afecto.
Esto nuestro quiere ser la imagen humana del Dios de los encuentros.
Arranca la mano de piedra, que aprieta con saña y apunta con odio, cocina maldades y pone cadenas. Verás cómo crece la mano de carne que acuna y aquieta, que quita cerrojos, que escribe poemas. Arranca la pierna de piedra que al pisar aplasta, que avanza sin norte, y, cerril, patea. Verás cómo crece la pierna de carne, que baila ligera, que te lleva, lejos, donde Dios te llama, donde el hombre espera. (José María R. Olaizola, sj
Se te ha dicho: Sé siempre el primero. Saca las mejores notas en la escuela, y rompe con tu pecho la cinta de la meta en toda competencia. Que no veas a nadie delante de tus pasos ni se sienten delante de ti en los banquetes. Asombra a todos los amigos luciendo el último invento, caros juguetes de adulto para despistar el tedio. Que sólo el peldaño más alto sea el lugar de tu descanso. Pero La Palabra dice: Siente la mirada de Dios posarse sobre ti, porque él alienta posibilidades infinitas en tu misterio. Despliégate todo entero sin trabas que te amarren, ni el miedo dentro, ni los rumores en la calle, ni la codicia del inversor, ni las amenazas de los dueños. Y no temas sentarte en una silla pequeña con los últimos del pueblo. Allí encontrarás la alegría de crear con el Padre libertad y vida para todos sin la esclavitud de exhibir un certificado de excelencia. A la hora de crear el Reino los últimos de este mundo pueden ser los primeros. (Benjamín González Buelta, sj)
En tu cruz, Señor, solo hay dos palos, el que apunta como una flecha al cielo y el que acuesta tus brazos. No hay cruz sin ellos y no hay vuelo. Sin ellos no hay abrazo.
Abrazar y volar, ansias del hombre en celo. Abrazar esta tierra y llevármela dentro. Enséñame a ser tu abrazo. Y tu pecho. A ser regazo tuyo y camino hacia Ti de regreso. Pero no camino mío, sino con muchos dentro. Dime cómo se ama hasta el extremo. Y convierte en ave la cruz que ya llevo. ¡O que me lleva! porque ya estoy en vuelo. (Ignacio Iglesias, sj)