Celebramos la esperanza: Dios nunca nos deja de su mano

asuncion2016El cántico del Magnificat, que la Iglesia recita todos los días en la oración de la tarde. María se vuelve a Dios, el origen de la vida, de toda vida, y le alaba y le da gracias. Reconoce en la vida incipiente en su seno la presencia de la esperanza, de la vida, de Dios mismo. Esa vida nueva transformará el mundo. Y el origen de esa transformación, de esa revolución, está en el mismo Dios que prolonga el largo brazo de su creación en la vida que crece en ella, en ellas. 

      Si nuestro mundo se conforma como un lugar donde la esperanza es negada a los pobres, la presencia de ese niño en el seno de María representa todo lo contrario. Es el signo claro de la misericordia de Dios que toma de nuevo las riendas de su creación y la orienta hacia la justicia y la fraternidad. Las proezas que hace Dios son “dispersar a los soberbios de corazón, derribar del trono a los poderosos y enaltecer a los humildes; colmar de bienes a los hambrientos y despedir vacíos a los ricos.” 

      Dios no nos deja solos, no nos abandona. Esos niños que crecen en los senos de Isabel y María son el signo, el gran signo, de la misericordia que Dios nos prometió. Por eso, hoy es día de fiesta especial. Hoy celebramos la esperanza: Dios nunca nos deja de su mano.

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He venido a prender el fuego del amor en el mundo

he venido1El amor verdadero está en la fuente de cuanto ilumina y enardece nuestro ser. El amor hace crecer, da vigor y sentido a nuestro vivir diario, nos recrea.

Cuando falta el amor, falta el fuego que mueve la vida. Sin amor la vida se apaga, vegeta y termina extinguiéndose. El que no ama se cierra y aísla cada vez más.

El amor está en el centro del evangelio, no como una ley a cumplir disciplinadamente, sino como un «fuego» que Jesús desea ver «ardiendo» sobre la tierra más allá de la pasividad, la mediocridad o la rutina del buen orden. Según el profeta de Galilea, Dios está cerca buscando hacer germinar, crecer y fructificar el amor y la justicia del Padre. Esta presencia del Dios amante que no habla de venganza sino de amor apasionado y de justicia fraterna es lo más esencial del Evangelio.

 

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Quiero ser como Tú

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