El amor anticipa, mil veces intuye lo que está por venir. No escatima preparativos. Vive de antemano. Espera. Se ilusiona. El abrazo real vendrá tras cientos imaginados. Conjuga la ilusión de los niños, la impaciencia de los amantes, la esperanza de los creyentes, la pasión de los convencidos. Es previsor, pues le va la vida en ello. Es fiel, ¿dónde más querría estar? Hay quien aprende a amar y quien, perdido en falsos quereres, ni lo intenta. Quizás estos últimos, un día querrán encender la lámpara con aceite prestado. Será tarde. Pero ahora estamos a tiempo.
(José María R. Olaizola sj)
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Nos faltan héroes, Señor, nos faltan héroes… Que te vean entre los pobres y nos griten y los señalen… ¡ES EL SEÑOR! Nos faltan héroes que te vean en los que huyen, en los hambrientos, y que nos griten que Dios está en los pequeños, y en los perseguidos, y en los silenciosos… Nos faltan héroes, Señor, nos faltan héroes… que nos animen a salir a la calle a gritarle al mundo que estás escondido entre las mantas de una mujer abandonada… nos faltan héroes. Hemos visto a un héroe, que rezaba de rodillas. Hemos visto a un héroe que animaba con la voz a los sin voz. Hemos visto a un héroe, Señor, hemos visto a Pedro de rodillas, hemos visto a un héroe… que se dejó la vida, y la oración, y el corazón en los más pobres. (Antonio Ordóñez, sj)
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Si el amor te escogiera y se dignara llegar hasta tu puerta y ser tu huésped ¡Cuidado con abrirle e invitarle, si quieres ser feliz como eras antes! Pues no entra solo: tras él vienen los ángeles de la niebla.
Tu huésped solitario sueña con los fracasados y los desposeídos con los tristes y con el dolor infinito de la vida. Despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar, te mostrará estrellas que nunca viste antes; te hará compartir, en adelante el peso de su tristeza divina sobre el mundo. ¡Listo fuiste al no abrirle! y, sin embargo, ¡qué pobre, si lo echaste de un portazo! (S.R. Lysaght)
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Una vez que se han tomado las precauciones necesarias para salvaguardar el equilibrio, hay que darse sin medirse, para obtener el máximo de eficacia, para suprimir en la medida de lo posible las causas del dolor humano. Se trabaja casi al límite de sus fuerzas, pero se encuentra, en la totalidad de su donación y en la intensidad de su esfuerzo, una energía como inagotable. Los que se dan a medias están pronto gastados, cualquier esfuerzo los cansa. Los que se han dado del todo, se mantienen en la línea bajo el impulso de su vitalidad profunda. El hombre generoso tiende a marchar demasiado aprisa: querría instaurar el bien y pulverizar la injusticia […]. Místicamente se trata de caminar al paso de Dios, de tomar su sitio justo en el plan de Dios. (san Alberto Hurtado)
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