«Consolad a mi pueblo y habladle al corazón».

Contigo, como Tú


Te necesito Señor y te busco.
Deambulo por lugares vacíos de tu presencia y me choco contra muros.
Te llamo y me respondes desde lugares a los que no quiero ir.
Bebo sin saciarme de fuentes tranquilas cuando el agua viva está en medio del fuego, en el fango.
Mancharme, quemarme, solo por Ti. Te necesito, Señor, y te busco.
Solo necesito eso: estar contigo, vivir como Tú. Aunque duela, aunque queme, aunque manche.
Contigo, como Tú.

(Javi Montes, sj)

 

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¡Velad…!

Esperaré


Esperaré a que crezca el árbol y me dé sombra.
Pero abonaré la espera  con mis hojas secas.

Esperaré a que brote el manantial y me dé agua.
Pero despejaré mi cauce de memorias enlodadas.

Esperaré a que apunte la aurora y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche de postraciones y sudarios.

Esperaré a que llegue lo que no sé y me sorprenda
Pero vaciaré mi casa  de todo lo enquistado.

Y al abonar el árbol, despejar el cauce, sacudir la noche y vaciar la casa,
la tierra y el lamento  se abrirán a la esperanza.

(Benjamín G. Buelta, sj)

 

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«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»

El evangelista destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un Juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.

 

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«AQUÍ TIENES LO TUYO»

                                                                Talentos

Si el pintor entierra sus pinceles y la bailarina sus zapatillas.
Si el cantor se calla y el sabio olvida.
Si se apaga el fuego. Si muere el viento. Si se seca el pozo.
Si el novelista deja de imaginar y el fotógrafo cierra los ojos…
…¿Quién dibujará las olas? ¿Quién trazará, con su cuerpo, siluetas imposibles? Nadie cantará.
Se disipará la memoria, maestra de niños y roca de ancianos.
Huirá el calor de la piel, y del alma. Se detendrá el molino. Se extenderá la sed por el mundo.
Los pobladores de relatos eternos no llegarán a nacer.
Nadie apresará la magia fugaz de un instante. ¡No bajes los brazos!
¡No entierres el talento en la tierra amarga de la inseguridad y el desaliento! ¿Cuándo descubrirás la grandeza que hay en tus manos, el poder que hay en tus sueños?
(José María R. Olaizola sj)

 

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