Jesús de Nazaret, no todos cuelgan de una cruz como la tuya, clavada en la geografía y en la historia de la ignominia, con un pueblo sin palabras pero con ojos de testigo, y con generaciones humanas que te contemplan, te aman y veneran tu imagen en cuellos, templos y destinos. Pero hay muchos que arrastran cruces atornilladas cada día en los hombros y el cerebro, y desangran su amargura sin llantos, sin amigos, gota a gota, paso a paso, por el suelo que pisamos con prisa que no mira. ¡Solo existen en el hogar de tu corazón herido que nunca cicatriza!
Pronuncias mi nombre y cuando lo oigo en tu voz se caen los miedos, las expectativas las frustraciones. Porque siento que no tengo que demostrar nada me sostienes con las mismas manos que me dieron la vida. Manos que son cuna, hogar, taller y refugio. Manos que dan, cuidan la vida y la hacen eterna. (Javi Montes, sj)
Necesito tu presencia, un tú inagotable y encarnado que llena toda mi existencia, y tu ausencia, que purifica mis encuentros de toda fibra posesiva. Necesito el saber de ti que da consistencia a mi persona y mis proyectos, y el no saber que abre mi vida a tu novedad y a toda diferencia. Necesito el día claro en el que brillan los colores y se definen los linderos del camino, y la noche oscura en la que se afinan mis sentimientos y mis sentidos. Necesito la palabra en la que te dices y me digo sin acabar nunca de decirnos, y el silencio en el que descansa mi misterio en tu misterio. Necesito el gozo que participa de tu alegría, última verdad tuya y del mundo, y el dolor, comunión con tu dolor universal, origen de la compasión y la ternura.
Proclama mi alma tu grandeza, Señor. Mi alegría echa raíz en tu vida, en tu presencia, en tu promesa. Tú miras mi pequeñez, y a tus ojos, y en tus manos soy la persona más grande del mundo. Tú traes salvación y prometes amor allá donde reina el egoísmo. Prometes libertad a quien vive encadenado. Ofreces encuentro a los abandonados y abundancia a los que nada tienen. Lo hiciste en otro tiempo y lo sigues haciendo en tantos que hoy viven y actúan en tu nombre. Yo quiero actuar en tu nombre, hablar con tus palabras, abrazar con tu ternura como María, como tantos otros, ahora y por siempre. Amén. (José María R. Olaizola, sj)
Enlace permanente a este artículo: https://www.divinomaestro.com/?p=7410