Tocar las heridas de nuestros hermanos
La mañana del domingo el Padre engendró la Palabra que abrió toda realidad a la esperanza infinita.
El espíritu de Jesús experimentó el abrazo que siempre estuvo a su lado sin distancia ninguna.
El cuerpo resucitado llevó hasta la eternidad los golpes, las caricias y la tierra de los caminos.
Y en medio del poder sorprendió una comunidad de pobres y de excluidos que fecunda todos los siglos.
(Benjamín G. Buelta sj)
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